Actualizaciones fotográficas

En los últimos días he preparado de nuevo algunas de las recetas ya publicadas aquí, pero que no iban acompañadas de  fotografías, con vistas a incluir estas.

Para los visitantes que se hayan incorporado hace poco, puede ser una buena ocasión para descubrirlas por primera vez; para lectores más antiguos, es una oportunidad de recuperarlas y comprobar (ahora que hay “pruebas gráficas”) si la pinta del plato preparado les llama suficientemente la atención para atreverse a realizarlas.

Las recetas que han sido actualizadas son las siguientes:

Jeroglíficos

En silencio, Tita le dio a Gertrudis la vasija que tenía en las manos donde había empezado a preparar el almíbar, sacó del cajón de la mesa un arrugado papel con la receta escrita en él y se lo dejó a Gertrudis por si acaso lo necesitaba. Salió de la cocina, seguida por Pedro. ¡Claro, Gertrudis necesitaba de la receta, sin ella sería incapaz de hacer nada! Con cuidado empezó a leerla y a tratar de seguirla: Se bate una clara de huevo en medio cuartillo de agua para cada dos libras de azúcar o piloncillo, dos claras de huevo en un cuartillo de agua para cinco libras de azúcar y en la misma proporción para mayor o menor cantidad. Se hace hervir el almíbar hasta que suba tres veces, calmando el hervor con un poco de agua fría, que se echará cada vez que suba. Se aparta entonces del fuego, se deja reposar y se espuma; se le agrega después otra poca de agua junto con un trozo de cáscara de naranja, anís y clavo al gusto y se deja hervir. Se espuma otra vez y cuando ha alcanzado el grado de cocimiento llamado de bola, se cuela en un tamiz o en un lienzo tupido sobre un bastidor. Gertrudis leía la receta como si leyera jeroglíficos. No entendía cuánta azúcar se refería al decir cinco libras, ni qué era un cuartillo de agua y mucho menos cuál era el punto de bola. ¡La que estaba verdaderamente hecha bolas era ella!

Como agua para chocolate, de Laura Esquivel.

Resulta difícil elegir un fragmento de esta novela, con todo se me hace la boca agua… pero creo que éste refleja claramente una de las peores situaciones en las que se puede encontrar uno en la cocina: intentando descifrar una receta que habla de cantidades en medidas extrañas, incluso de ingredientes absolutamente desconocidos. Es como tratar de descifrar un jeroglífico. Eso sí, si somos capaces de enfrentarnos con valentía a la receta, el resultado puede ser sorprendente y maravilloso.