Imperios y paraísos terrenales

Eso era la guerra. Yo estaba preparado para las privaciones -balas, bombas, muerte accidental-, pero no para la tortura de echar de menos el estofado de pies de vaca ni para el incordio que supone vivir sin gambas al curry ni sopa picante. Para eso no. No me habían adiestrado para alimentarme a base de un cocido preparado en una olla de agua hirviendo cuyo único propósito era quitarle el gusto y la consistencia a todo lo que allí echaban. Una de las maravillas del mundo son los imperios levantados por los ingleses con soldados que sólo comían papilla. No dejo de preguntarme cómo fueron capaces de hacerlo. Yo había pensado que sería el combate, y no las patatas hervidas, lo que haría que me arrepentiese de haberme presentado voluntario. Un asco. Las verduras hervidas, grises y mustias en el plato como si ya las hubieran comido antes. ¿Por qué lo hervían todo? Por suerte preservaron el método de hervir como si se tratase de un secreto de Estado y no insistieron en que sus súbditos de las colonias dejasen de freír y de condimentar la comida.

[…] Ahora bien, si os cuento todo esto es para que comprendáis mejor lo que experimentó este jamaicano falto de deseo sexual y hambriento cuando llegó, invitado por el Gobierno norteamericano, al campamento militar de Virginia. La bandeja plateada tenía compartimentos para que la comida no terminase toda mezclada. Y en esos compartimentos había tocino, huevos (¡dos huevos de verdad!), salchichas, tomate frito, patatas fritas, tostadas, un plátano y una naranja. Los cereales con leche los servían en una escudilla aparte. Rodeé esa bandeja con el brazo antes incluso de sentarme. Sólo me relajé cuando me aseguraron que el rumor de que se podía repetir dos, tres y hasta cuatro veces no era el sueño de una mente trastornada. Juro que muchas lágrimas cayeron sobre ese desayuno. El paraíso, dijimos todos, esto es el paraíso.

Pequeña isla, de Andrea Levy.

2 Respuestas a “Imperios y paraísos terrenales”

  1. Je, je, je. Mi padre siempre dice que el Imperio Británico se expandió tanto porque los ingleses huían de su clima y de su cocina lo más lejos que podían. Parece que estar en el ejército era aún peor que estar en casa.

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