Cuando el fuego era ya una imagen móvil y cálida, Carvalho fue a la cocina y alineó lo que había comprado según el orden que le exigía la elaboración de la cena. […] Suspiró resignado en su Fefiñanes en la mano y subió nuevamente a la cocina. Limpió el pescado de espinas y los langostinos de su armadura. Hirvió las espinas y las armaduras rojas en compañía de una cebolla, un tomate, ajos, una ñora y un ramito de apio y puerro. El caldo de pescado era indispensable para la peculiar caldeirada de Pepe Carvalho. Mientras hervía pausadamente el caldo, Carvalho hizo un sofrito con tomate, cebolla y ñora. Cuando el sofrito tuvo espesor suficiente rehogó unas patatas. Después echó los langostinos en la cazuela, el rape y finalmente la merluza. Se colorearon los pescados, perdieron agua que se mezcló con la argamasa del sofrito. Fue entonces cuando Carvalho añadió un cazo de caldo fuerte de pescado. En diez minutos estuvo la caldeirada terminada.
Carvalho dispuso la mesita situada ante el fuego y comió en la misma cazuela.
Tatuaje, de Manuel Vázquez Montalbán.
La primera cita literaria de cocina del sol fue de Andrea Camilleri, así que ya iba tocando sacar aquí a su inspirador, Vázquez Montalbán. Sus novelas de Carvalho están repletas de momentos culinarios como éste. Se hace la boca agua, así que mejor leerlas bien comido o correremos el riesgo de asaltar el frigorífico en un arrebato.